
Por José Atuesta Mindiola
El próximo 17 de junio se conmemoran 50 años del fallecimiento (1975) de Sara María Salas Baquero, la matrona de dos colosos juglares del vallenato, Emiliano Zuleta y Toño Salas. Sara María, conocida después como la Vieja Sara, nace en la Jagua del Pilar (La Guajira), el 9 de agosto de 1892, y desde niña vive con sus padres Francisco Baquero y Santa Salas en El Plan (La Guajira). No tuvo oportunidad de ir a la escuela, pero desde la infancia desarrolla habilidades para los oficios campestres. Antes de cumplir 20 años tuvo un efímero romance con Cristóbal Zuleta y nació Emiliano Zuleta (1912). Después hizo hogar con Rafael Araujo, y tuvieron nueve hijos: Rafaela, Santa, Andrés, Encarnación, Toño, Matilde, María, Carlos y Mario.
La Vieja Sara era una mujer humilde, trabajadora, dadivosa, claridosa de palabra y de carácter fuerte; hereda de su mamá y su hermana Edmunda la vocación religiosa, iba a todas misas de las fiestas patronales de pueblos cercanos: A La Jagua para la Virgen del Pilar, Villanueva para Santo Tomás, Urumita para La Virgen de Chiquinquirá, Manaure para la Virgen del Carmen, El Molino para la Virgen del Rosario, San Diego para La Virgen del Perpetuo Socorro, Los Tupes para San Rafael, La Paz para San Francisco y Valledupar para Santo Ecce Homo. En El Plan lideraba la fiesta del Corpus Christi donde participaba cantando versos, y también organizaba casetas para los carnavales como negocio para ayudar en la crianza de hijos y sobrinos.
La casa de la Vieja Sara, y en especial por la presencia de sus hijos, Emiliano Zuleta y Toño Salas, se convierte en la posada generosa de todos los visitantes. La fama de sus hijos en la música, sus cualidades de anfitriona y su talento para improvisar versos hicieron de El Plan un pueblo atractivo para las parrandas; Rafael Escalona, Poncho Cotes, Andrés Becerra y Chico Daza fueron unos, de los tantos visitantes puntuales y eran considerados miembros de la cofradía. En la década de 1950 ya en el mundo musical del vallenato el nombre de la vieja Sara era conocido porque Rafael Escalona la hizo famosa con un merengue y el regalo de un corte blanco con su collar en el que le pedía: que haga un traje bonito y flequetee por El Plan.
Tengo que hacerle a la vieja Sara
una visita que le ofrecí
pa´ que no diga de mí
que yo la tengo olvidada…..
La casa de la Vieja Sara fue epicentro de encuentros y parrandas. Dos hijos músicos, los demás bondadosos amigables, y sus hijas hermosas, decentes y trabajadoras. Rafaela y Santa eran las dos mujeres mayores. Una anécdota poética: En los inicios de amores de Saturnino Romero con Santa, la familia de ella no era muy gustoso del noviazgo, pero en una parranda con el Emiliano y Toño, Saturnino cantó este verso:
Si el bejuco no me enreda y la zarza no me enzarza, me voy a casar con Santa la hermana de Rafaela.
Ese verso fue la aprobación del noviazgo, el viejo Emiliano que tocaba el acordeón fue el primero en abrazarlo, y decirle ya usted está en la familia.
La vieja Sara Maria murió el 17 de junio de 1975. De sus diez hijos, todavía están vivos María y Carlos Jeremías. María también verseaba, y desde el día de la muerte de su madre juró no volver a cantar; cuenta que cuando su hermano Toño Salas estaba en alguna parranda y sus amigos pedían que la llamara para cantar, su hermano enviaba un mensajero y como señuelo el sombrero, y ella decía- “mamá Sara me voy, mi hermanito Toño me manda a buscar”-.
Carlos Jeremías, aún tiene la virtud de contar anécdotas y tararear versos que enaltecen la historia de su pueblo, apacible lugar que todavía es una fiesta de pájaros cantores que al amanecer fluyen por el aroma y los colores vegetales. Todavía el rugido rayado del jaguar ronda los potreros y despierta el instinto cazador de los campesinos. Todavía en la memoria del paisaje permanece el sombrero de Simón colgado de las ramas de un peralejo; el viento sonoro que en la noche repite el eco de dos voces llamando a la Vieja Sara y en las sabanas la sonrisa cuando Matilde camina.
Los paisanos, amigos y visitantes fueron testigos de las memorables parrandas y las capacidades musicales de Emiliano y Toño. De la vieja Sara, entre otros, este verso famoso -que conserva en sus archivos la profesora Marielsy Zequeira Negrete-, fue el que cantó en 1974, con motivo de la visita del gobernador de La Guajira:
Estoy vieja y quiero cantar
les canto de corazón,
le pido al gobernador
una planta para El Plan.
No alcanzó a ver realizada su petición, porque la muerte la sorprendió el 17 de junio de 1975. El Padre Armando Becerra ofició en El Plan, la misa del funeral, y juró como el Simón Salas no volver a ese lugar; pero sólo pudo cumplir la promesa hasta el 23 de marzo de 1984, cuando en el sepelio de Andrés Salas Araujo, hijo de la vieja Sara, al finalizar la eucaristía, dijo: “ahora si voy a cumplir mi palabra, no regreso más a El Plan, mis dos grandes amigos ya no están, sus espíritus han roto las fronteras del tiempo y permanecen en la eternidad”. Estas palabras aún las conservo en la memoria, yo estuve en esa misa del sepelio de Andrés Salas, el papá de mi señora Belky Salas Barrios.